Ricardo Costa · Golpe manco

ISBN 978-987-4409-19-5
14 x 20 cm, 60 páginas
1ra edición junio de 2018
colección fuera de serie

$16.000,00

Categoría:

Descripción

Ricardo Costa es escritor y docente. Reside en Neuquén, Patagonia Argentina. Entre otros títulos, ha publicado Teatro teorema (1996); Mundo crudo (2005), Fenómeno natural (2012), Crónica menor: Antología mezquina (2015), Un referente fundacional (2007) y Fauna terca (2011); estos dos últimos corresponden a ensayo y novela, respectivamente. Obtuvo el Primer Premio Fondo del Nacional de las Artes 1998; Tercer Premio Concurso Iberoamericano de Poesía Neruda, Temuco, Chile 2000; Primer Premio II Concurso Nacional de Poesía Javier Adúriz 2012. En 2008, en México, su obra Mundo crudo fue ganadora del Premio Internacional de Poesía Macedonio Palomino para obra publicada.

Golpe manco hace foco en la “mitad animal” de la materia y corrobora que en el manantial de la poesía convergen hilos de aguas contrarias, al tiempo que robustece un eje primordial de la escritura de Ricardo Costa; la convergencia entre lo pasional y lo conceptual.

Lo que importa en la poesía de Costa, que se ubica desde hace tiempo junto a las voces consolidadas de las últimas promociones literarias (en especial aquellas que escriben desde la Patagonia, como Cristian Aliaga, Graciela Cross, Jorge Spíndola y Ariel Williams, entre otros), no es el hecho de visualizar y separar quirúrgicamente sentimiento y materia, sino la fusión; el modo en que “cocina” esos universos.

Este libro es el espacio donde mejor se observa el cruce entre discernimiento y delirio; el punto de ebullición de un entramado de senderos, uno recto, otro zigzagueante, laberintos que por siempre han agitado la sangre de los poetas verdaderos.

Jorge Boccanera

 

[ un poema ]

Sueño primario

Cuando acunás a tu hija en brazos,
una semilla de luz se hincha y estalla
en algún punto del universo.
Entonces la bebé escucha el estruendo
y abre los ojos.
En ese momento, algo que te conecta
a millones de años luz de distancia
se complace en confundirte,
impidiéndote saber
quién interroga
a quién.
Allí es, precisamente, donde el sueño
hace su reclamo.
No para que ella se acurruque contra tu pecho
o para que vos aceptes la vigilia,
sino para que la pregunta alumbre
y continúe expandiéndose
en lo mejor de la noche.